EL VALOR DE UNO MISMO
En la vida es importante la
necesidad de tener fe en uno mismo, así como el poder personal que podamos
manifestar en pensamiento, sentimiento y acción.
Todo cuanto objetiva y
subjetivamente, en planes, proyectos, propósitos y demás empresas constituye el
fundamento de nuestra actividad cotidiana debe de ser gobernado por nosotros
mismos ya que de lo contrario lo harán los demás. En este artículo considero la
importancia de tener fe en uno mismo, así como una confiada expectación
respecto al resultado de nuestra expresión personal. No hay que olvidar que
nosotros somos la base y el fundamento de nuestras propias obras.
Quien confía en sí mismo no
sólo pone bajo su gobierno y dirección las maravillosas fuerzas de la mentalidad
subconsciente y todo el vigor de sus conscientes facultades e instrumentos,
sino que también propende a establecer análogas condiciones en la mente y el
ánimo de las personas con quienes se pone en contacto directo o indirecto
durante sus esfuerzos.
Sí por el contrario nos
arrojamos a muerte por el tobogán de la desvalorización personal sólo
encontraremos lo que nosotros mismos hallamos proyectado anteriormente.
Es vital no perder esa
confianza y, sí aún así ocurriese, tratar los fracasos y las derrotas como
nuevos peldaños para escalar las cumbres
del bienestar y del éxito, de esta manera serían vivos retratos del “Invictus”
de Guillermo Ernesto Henley, porque en realidad todo el mundo es dueño de su destino
y caudillo de su alma.
Es hora de darnos cuenta de
que si queremos cambiar algo en nuestras vidas debemos primero ponerlo en el
dominio de la posibilidad para que pueda ocurrir, ya que si lo negamos de
entrada no habrá nada que hacer. Segundo debemos de desearlo con la misma
fuerza que el aire que respiramos. Tercero visualizarlo, imaginarlo
constantemente como ya conseguido, y por último tener la confianza y la fe
necesarias de que ya está produciéndose, sin fisuras, sin los espesos e
incapacitantes pensamientos que suelen aparecer y que con su tremenda fuerza
nos alejan del objetivo a lograr.
Esta fuerza interior y esta
confianza residen en el interior de uno mismo pues le son inherentes por
naturaleza, y nada ni nadie puede arrebatarnos eso, sea cual sea la situación
que la vida nos presente.
Para terminar el “Invictus”
de Guillermo Ernesto Henley
INVICTUS
Agradezco todo cuanto los
dioses reserven a mi invencible alma en la noche que tan negra como el abismo
me rodea de polo a polo.
No me resistí ni alcé el
grito al verme cruelmente agarrotado por las circunstancias, y aunque los
golpes de la suerte ensangrentaron mi cabeza, no humillé la cerviz.
Allende este valle de dudas y
temores, sólo se vislumbra el espanto de la muerte; y sin embargo, el
transcurso de los años me halla y me hallará impávido.
Por recta que sea la justicia
y por cargada de penalidad que esté la apuntación, soy el dueño de mi destino y
el caudillo de mi alma.
HASTA PRONTO
No hay comentarios:
Publicar un comentario